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John Castañeda Rodríguez

Debilidades y fortalezas de quienes se han formado para el noble oficio del periodismo



La crisis por la que atraviesa la industria mediática ha arrojado luces sobre las debilidades y fortalezas de quienes se han formado para el noble oficio del periodismo; hace apenas una década emergía la revolución de los Social Media y miles de empresas ávidas de aparecer en ese universo de promoción, de conversación y sobre todo, de creación de comunidad, no sabían en quién depositar su confianza para tal empeño; aquellos que emplearon al sobrino adolescente del dueño pagaron su error con creces; aquellos que emplearon al periodista recién desahuciado de su escritorio, no sólo dieron de comer a familias, sino que abrieron una veta de especialización profesional que sigue en auge.

El sector de la comunicación empresarial y de las relaciones públicas también ha sido un lugar de cobijo para los profesionales del periodismo; expertos en las relaciones con los medios, por haber formado parte precisamente de esa parte del ecosistema informativo, les otorga ventajas significativas.

Por su parte, la publicidad siempre ha sido depositaria de muchas de las mejores mentes del mundo del periodismo y hasta de la literatura, muchas en calidad de copy writer (redactor publicitario); cada vez más en la publicidad y en la comunicación en su conjunto se aspira a contar con profesionales que dominen la comunicación y a la vez posean un espíritu creativo y rompedor, tal como lo demanda el clima de innovación del actual mundo empresarial.

Aquellos matrimonios de periodismo-publicidad y periodismo-mundo empresarial, no obstante, no están exentos de tensiones, entre las que se destacan la de la libertad de expresión versus intereses comerciales, todo un desafío que lejos de buscar evadirlo resulta más urgente que nunca hoy cuando asistimos a un resurgir de la ética en todas las manifestaciones profesionales, lo que se ha dado en llamar la "segunda ola de la secularización ética". El ejercicio efectivo de la ética no riñe con ninguna acción sea esta de un periodista, de un relacionista público o de un publicista.

Del preocupante panorama arrojado por el más reciente Informe Anual de la Profesión Periodística (2017), presentado por la Asociación de la Prensa de Madrid- APM el pasado diciembre, en donde el paro y la precariedad (y más en las profesionales mujeres) se muestran como los principales problemas, un dato positivo da evidencia de la reconfiguración del papel de los periodistas en particular y de los comunicadores en general:

Se ha ampliado el rango de empleabilidad para los periodistas, gracias a nuevos perfiles profesionales, cada vez más diversificados, y para los cuales sus habilidades son más reconocidas y, desde los cuales tienen mayor oportunidad de negociar sus roles; el dato mejora si hablamos de las mujeres: El porcentaje de mujeres que trabajan en esos nuevos cargos es superior al registrado entre los hombres; al respecto el informe enuncia como ejemplos los perfiles de gestor(a) de comunidades digitales, publicidad nativa y contenido patrocinado, periodismo de datos o analista de tráfico, entre otros).

No hay que llamar a engaño, nadie espera que la situación mejore respecto a los años anteriores a la crisis, que obligó al despido de muchos profesionales y al cierre de muchos medios, pero lo cierto es que tanto las empresas como los individuos más capaces son los que empiezan a liderar el cambio; medios tradicionales -y nativos digitales- que se reinventan en sus plataformas multicanal (el modelo de financiación de socios, como el diario.es, o la ampliación del modelo de paywall en el Grupo Vocento, por nombrar ejemplos recientes) y profesionales que buscan formación continua y se actualizan en campos de gran dinamismo laboral, son la punta de lanza, carne y hueso, pero sobre todo corazón, de esta transformación.

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